Algunos topónimos de la geografía española todavía perviven desde tiempos muy antiguos. Es el caso de Finisterre, al que los romanos nombraron así por ser el fin de la Tierra, en un mundo donde se pensaba que nuestro planeta era plano.
Desde la edad antigua, muchos científicos vislumbraron la posibilidad de que esta teoría fuera errónea y que la Tierra fuera, en verdad, redonda. Sin embargo, la demostración más importante de este hecho llegó con el viaje de Colón a América en 1492.
Colón intetó demostrar que se podía llegar a la India de una forma mucho más rápida de lo que lo hacían los comerciantes europeos en busca de la seda y las especias, tan preciadas en la Europa Medieval. Como la Tierra era supuestamente plana, la única forma de llegar a la India era bordeando África, con lo que los viajes eran muy largos y costosos.
El almirante tenía que buscar dinero para financiar su expedición hacia lo desconocido. Probó primero en Portugal, donde sus reyes rechazaron la propuesta porque ya estaban abriendo rutas comerciales con la India a través de sus colonias africanas (Cabo Verde, Angola o Mozambique).
La segunda opción que manejó Colón fue Castilla. Allí, convenció a Isabel la Católica para pagar el costoso viaje que le llevaría a un mundo sin explorar. La aventura comenzó el 3 de agosto de 1492 y terminó, con muchas dificultades y motines a bordo, el 12 de octubre. Colón creyó haber llegado a las Indias, concretamente a Cipango, nombre con el que se conocía en la Edad Media a Japón, de ahí que llamemos coloquialmente "indios" a los habitantes que se encontraron los colonizadores españoles en aquellas tierras. Cuentan incluso que a su muerte, Colón no sabía la magnitud de su hazaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario